miércoles, 30 de septiembre de 2015

La escalera de suposiciones: herramienta para entender lo (antes) ininteligible

Hace algunas semanas, haciendo recuento de lo aprendido después de un taller con una importante entidad financiera en el cual tanto yo como una compañera facilitamos sendas sesiones en las que presentamos un programa para acercar los servicios centrales (donde diseñan los productos y procesos que se llevan a cabo en las sucursales) a la realidad de la operativa y los clientes, mi compañera me comentó que hubo un par de personas que parecía que no querían que el taller siguiera adelante.

Según reflexioné después, en un proyecto de este tipo, los consultores tenemos que ponderar un "contrato interno tripartita" en el cual se hace preciso balancear los intereses de los clientes finales por un lado (la entidad financiera representada por los participantes del taller), los contratantes por otro (la empresa de consultoría que nos contrata) y la propia integridad personal.

Suele suceder que en un taller en el cual hay 25 personas de trayectoria profesional dilatada, encontremos un mosaico de personalidades que van desde los jóvenes de alta formación técnica y alta motivación para el cambio hasta los más defensores de lo establecido y los valores "de toda la vida". ¿Con quién entonces habría que intentar "quedar bien"?

En algunas ocasiones, el problema no es mutuamente excluyente, ya que se puede llegar a un punto intermedio en el cual todas las partes queden medianamente satisfechas. Pero en otras ocasiones el "quedar bien" con una parte, necesariamente implica el "quedar mal con otra" puesto que sus puntos de vista son encontrados o incluso opuestos del todo.

Es ahí donde en mi rol de facilitador, he encontrado una herramienta en particular que me ha permitido ser consecuente conmigo mismo y al mismo tiempo satisfacer las expectativas de la mayoría o, al menos, de las partes que más me ha interesado satisfacer. Es una herramienta que meto en el cajón de la "empatía" y que me ha servido para entender mejor "de dónde vienen las personas" para poder ayudarles a la toma de conciencia de sus propias asunciones y suposiciones.

El nombre de la herramienta es "la escalera de las asunciones / suposiciones" (con la cual, por cierto, trabajamos sin darnos cuenta en la última entrada sin haberle hecho una presentación propiamente). Esta herramienta que aprendí de Reldan S. Nadler de su libro Leading with Emotional Intelligence, se basa en el principio que llamo por una experiencia personal "el principio del ascensor". Contaré la anécdota con el fin de que se entienda en nombre: En una ocasión en un ascensor de un edificio de un cliente del sector de las telecomunicaciones para quien yo realizaba un proyecto de coaching, me encontraba manipulando mi recién comprado móvil. En ese momento otra persona que bajaba junto conmigo me preguntó que "qué tal me iba el móvil", me dijo que él se estaba planteando comprar uno igual porque se le había estropeado el suyo. A tal pregunta, yo contesté sin dudar que "bastante bien". Pero entonces mi compañero de ascensor me ilustró perfectamente el uso de la escalera de las asunciones. Me preguntó "¿de dónde vienes?". Contesté que venía de la 9ª planta y volví a lo mío...pero el hombre me replicó "quiero decir: de qué móvil vienes...¿cuál era tu móvil anterior?". Contesté que venía de un móvil que llamaremos x, el cual, reflexionando después, noté que era de una gama media que llamaremos y...inferior en prestaciones al móvil que manipulaba ahora. El problema era que el hombre, según me contó, venía de tener "el hermano mayor" de mi terminal que llamaremos X. Por tanto, lo que yo entendía como "bastante bien" siguiendo una ruta y => x, no era el mismo "bastante bien" de alguien con ruta X => x.

Lo que hizo aquel hombre y de lo que me di cuenta después, fue ponerse a mi estatura. Y me refiero, desde luego, a la estatura figurada que permite ver con los ojos de la otra persona. Pero también encuentro un ejemplo donde ponerse a la misma estatura literal, fomenta la empatía: los camareros de un restaurante de comida Tex-Mex, llegan a presentarse y a tomar la orden de los comensales recién llegados  poniéndose de cuclillas y quedando a la misma altura que ellos. De esta forma, se logra una empatía física antes incluso de lograr la empatía emocional.

La empatía es algo que se consigue de varias formas, tal como hemos visto. Pero hay un proceso casi infalible para promoverla y casi siempre conseguirla. El fundamento de este proceso llamado "la escalera de las asunciones o suposiciones" es que las personas somos como un iceberg, del cual los demás solo pueden ver la punta. En esa punta están nuestros comportamientos, es decir, lo que hacemos. Eso es visible para todo el mundo. La cosa se complica cuando nos preguntamos ¿de dónde vienen nuestros comportamientos?. Y ahí empieza una cadena de relaciones causa-efecto que llega hasta la misma base del iceberg.

Así, tenemos los siguientes niveles:


La escalera funciona bajando y subiendo por los distintos niveles, según nuestro nivel de comprensión de las otras personas. En el ejemplo del ascensor, mi acompañante oyó una conclusión a la que yo llegué que consistía en que el móvil por el cual preguntaba iba bastante bien. Pero no sabía cómo llegaba yo a esa conclusión. Tras enterarse de que yo venía de x, supo cuál era mi creencia básica: "que los móviles de una gama superior a la que yo conocía, iban bien". Si hubiese ahondado aún más con una pregunta tipo "¿qué otros smartphones has utilizado?" se podría haber enterado de que yo realmente no había tenido un smartphone anterior a aquel (aunque sí tenía bastante información sobre prestaciones y gamas en el mercado de aquel momento), por lo que las experiencias previas con las cuales construía aquella conclusión, eran bastante limitadas.

La manera entonces en que se usa esta escalera de asunciones / suposiciones, es mediante preguntas para subir o bajar, según haga falta. De la misma manera, podemos dejarnos preguntar y contestar hacia arriba o hacia abajo para hacer visible nuestro proceso mental.

Y tú, cuando haces o dices algo, ¿te das cuenta de dónde vienes? Y cuando lo hacen o dicen los demás, ¿te esfuerzas en seguirlos?

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