martes, 31 de enero de 2012

De la idea a la acción

Pensemos en lo que sucede previo a que emprendamos una acción, por ejemplo, ir a entrenarnos al gimnasio. Digamos que nos encontramos viendo la televisión cómodamente. En ese momento miramos la hora y descubrimos que es la hora a la que nos conviene ir al gimnasio. Eso nos genera un impulso que podría ser una necesidad (en el caso de que estemos, por ejemplo en rehabilitación física), un deseo (en el caso de que queramos vernos mejor) o una obligación (en el caso de que trabajemos allí). A continuación haremos una valoración sobre ese impulso. Normalmente esta valoración es muy rápida, pero también sucede que le damos más vueltas. En el caso del gimnasio podríamos pensar que el programa que estamos viendo es muy interesante, o que ya no tenemos suficiente tiempo para ir al gimnasio o incluso que nos encontramos muy tristes como para ir. Es en esta fase de valoración donde realmente nos encaminamos para hacer las cosas o no, ya que es el input de la toma de decisión.

Mediante el autocoaching o el coaching tradicional (en donde el coach no somos nosotros mismos) podemos plantearnos algunas preguntas que podrían favorecer nuestra motivación para hacer las cosas.

Veamos en qué consisten:

Tipo de valoración / Pregunta para hacernos:
Propósito de la conducta: ¿qué voy a obtener con esta conducta?
Capacidades o conocimientos para emprender la acción: ¿en una escala del 1-10 cómo me siento de preparado para emprender la acción? ¿lo he hecho anteriormente?
Posibilidades y probabilidades de éxito en la acción: ¿en una escala del 1-10 cuánto de probable es que tenga éxito?
Grado de satisfacción de la acción: ¿cómo me voy a sentir después de llevar a cabo la acción?
Distancia temporal a la recompensa: ¿qué satisfacciones voy a experimentar mientras llego a la meta?
Estado emocional: ¿en qué momento del día o en qué día de la semana me siento más fuerte para llevar a cabo esta acción?
Opciones: ¿qué otra forma hay para llevar a cabo esta acción? ¿y alguna otra?
Urgencia del evento: ¿cuánto falta para que comience la acción? ¿en una escala del 1-10 es factible emprenderla en ese plazo?

Si respondemos a esas preguntas en nuestro ejemplo del gimnasio, probablemente pensaríamos:

¿Qué voy a obtener con esta conducta? Voy a verme mejor y voy a gustarle más a mi pareja y a mi entorno social.
¿En una escala del 1-10 cómo me siento de preparado para emprender la acción? ¿lo he hecho anteriormente? Sé dónde está el gimnasio más cercano a mi casa aunque no conozco las tarifas ni los horarios, por lo que me evalúo con un 7. Para alcanzar el 10, necesito preguntar la información que me hace falta. He estado apuntado en gimnasios antes y sé por experiencia que cuestan unos 30 euros al mes y que suelen abrir al menos de 9 a 22 horas de lunes a viernes.
¿En una escala del 1-10 cuánto de probable es que tenga éxito? No hay ningún impedimento para que vaya mañana, a menos que tuviera una junta de trabajo que se prolongara, por lo que hay un 9 de posibilidades.
¿Cómo me voy a sentir después de llevar a cabo la acción? Me voy a sentir un paso más cerca de mi menta de verme bien.
¿Qué satisfacciones voy a experimentar mientras llego a la meta? Probablemente conozca gente agradable en el gimnasio.
¿En qué momento del día o en qué día de la semana me siento más fuerte para llevar a cabo esta acción? Los miércoles me suelo sentir fuerte, sin el aletargamiento del fin de semana.
¿Qué otra forma hay para llevar a cabo esta acción? ¿y qué otra? Me podría comprar una máquina elíptica y entrenarme en mi casa, aunque eso me apetece menos.
¿Cuánto falta para que comience la acción? ¿en una escala del 1-10 es factible emprenderla en ese plazo? Falta un día pero no me impide nada porque lo único que necesito preguntar lo puedo preguntar allí mismo.

lunes, 16 de enero de 2012

Herramientas de coaching: las preguntas "poderosas"

El coaching es una disciplina enfocada en dos objetivos:

1.    Ayudar al cliente a adquirir conciencia  sobre sí mismo y sus circunstancias y;
2.    Fomentar que asuma responsabilidad de sus acciones.
Una de las herramientas fundamentales del coach para lograr esos objetivos es preguntar. En particular el  coach busca hacer las preguntas llamadas “poderosas”.  El nombre es bastante autoexplicativo, pero digamos que el poder de las preguntas está en:
  • Cambiar la perspectiva del cliente sobre un tema, es decir, hacerle mirar hacia un sitio en donde anteriormente solo había oscuridad y, mediante la pregunta, ahora hay luz.
  • Hacer que el cliente haga una reflexión profunda antes de contestar: que sus ojos tengan que girar hacia un lado y mirar hacia el horizonte antes de dar una respuesta. Una pregunta a la que se puede responder mecánicamente, por lo tanto, no es una pregunta poderosa.
  • Incidir en una línea de pensamiento que tenga relación directa con el objetivo del coaching. Una pregunta poderosa logra que el cliente tenga una sensación del tipo “¡Eureka!” al responderla y, en el proceso, llevarlo un paso más cerca del objetivo al hacerse consciente de una realidad nueva.
  • Ser liberadora de mente. Los peores enemigos de las personas de cara a la consecución de los objetivos son las personas mismas mediante sus autosabotajes mentales. El poder de las creencias es el mismo de una profecía autocumplida y, podríamos decir, el poder de la fe. Las creencias pueden no ser ciertas, pero sus efectos sí que lo son sobre el creyente. Una pregunta poderosa libera mentes de esas ataduras.
Pongamos un caso por ejemplo: un cliente de coaching piensa que sus contactos profesionales son fundamentales para poder asegurar un trabajo. Define a sus contactos profesionales cualificados para dicho objetivo como personas del departamento de RR.HH. de un puesto alto que trabajan en una empresa grande. A nuestro cliente no se le ocurre cómo acceder a ellos, por mucho que le dé vueltas. En ese momento se le hace la pregunta: “imagina que tienes una varita mágica que sirve para ponerte en contacto directo con ese tipo de contactos profesionales ¿qué haría esa varita mágica?”. Nuestro cliente se imagina entonces la solución mágica de tener a varios de ellos reunidos en un mismo lugar al mismo tiempo, y él en el centro de todo. La siguiente pregunta del coach es “¿y en qué circunstancias de la vida real se da que estén varios de ellos reunidos en el mismo lugar al mismo tiempo que tú?” a lo cual el cliente tiene una respuesta real: “durante el evento X y el evento Y”. El siguiente paso en el camino hacia el objetivo, naturalmente, es asistir a esos eventos.

Algunas preguntas poderosas que usan los coaches frecuentemente y que cualquier persona se puede hacer a sí misma cuando busca liberar su mente, son:
1.    ¿Qué se puede aprender de todo esto?
2.    Esto sólo podría ser perfecto en caso de que tú…
3.    Si la única opción fuera reírse ¿cómo podrías sacarle la gracia?
4.    ¿Hay algo para agradecer en todo esto?
5.    ¿Hay formas de hacerlo diferente?
6.    ¿Qué es lo que tiene más valor de tu óptica actual?
7.    ¿Qué destrezas te ha generado está situación?
8.    ¿Después de esto, te sientes más / menos (tolerante, impaciente, enjuiciador, etc) que antes?
9.    ¿Qué cosas tendrías que repetir para asegurarte de que en un futuro vas a volver a estar exactamente en la misma situación?
10.    ¿Qué se te cruza por la cabeza cuando piensas en eso?
11.    De seguir cómo vas ¿cómo crees que vas a estar en 10 años?
12.    ¿Hay alguna conexión entre lo que estamos hablando y tus valores o principios?
13.    ¿Qué te impide hacerlo… qué te estás diciendo?
14.    ¿Te estás escuchando? ¿Oíste lo que dijiste?
15.    ¿Qué resultado esperas obtener con lo que estás haciendo?
16.    ¿Cuáles son las ventajas de hacer / no hacer eso?
17.    ¿De qué forma contribuye esto a tu vida? ¿Qué te aporta? ¿Qué sacas?
18.    ¿Cómo estás alimentando ese hábito?
19.    ¿Ya te había pasado algo semejante?
20.    ¿Soltar eso significaría dejar atrás qué cosa?
21.    ¿Quién es el que tiene el timón ahora?
22.    ¿Desde hace cuánto vienes pensando en eso?
23.    ¿Cómo te sentirías si ya lo hubieras hecho?
24.    ¿Qué pasaría si lo hicieras?
25.    ¿Qué pasa si no lo haces?
26.    ¿Qué te hace falta para estar listo?
27.    ¿Qué podrías hacer que no estés haciendo?
28.    ¿Qué tienes que dejar de hacer?
29.    ¿Qué sería lo único que podrías hacer en este momento?
30.    ¿Qué se te ocurre que habría que hacer para prepararte?
31.    ¿Qué habría que hacer para que sucediera lo que te gustaría que pasara?
32.    ¿Qué te acercaría a la meta?
33.    Seamos fatalistas, ¿qué es lo peor que podría pasar?
34.    ¿Qué sería lo mejor de lograrlo?
35.    ¿Qué podría hacer que te llamara la atención en lugar de huirle?

viernes, 6 de enero de 2012

Derribando creencias limitantes mediante el Coaching

Una de las maneras más fáciles de saber cuando se están manifestando creencias en un grupo de personas es poniendo atención al nivel y a la intensidad de la participación de la gente. Cuantas más personas intentan participar y cuanto más volumen emplean en sus participaciones, más probable es que estén intentando expresar sus creencias. Los anglosajones tienen un dicho para resumir esta realidad: las opiniones son como las narices (por no decir otra parte del cuerpo), todo el mundo tiene la suya.

Pero empecemos por el principio: ¿qué es una creencia? ¿es un hecho? ¿es una mentira? ¿algo intermedio? Si partimos de que varias personas tenemos una creencia propia sobre un mismo fenómeno (la crisis económica, por ejemplo) entonces, por definición, no puede tratarse de un hecho, ya que éste es incuestionable desde cualquier punto de vista. Por otro lado, que los puntos de vista sean distintos e incluso encontrados unos con otros, no necesariamente implica que estén todos equivocados, por lo que una creencia no sería sinónimo de una mentira. Lo cierto es que todas las personas, sin excepción, tenemos creencias sobre todo tipo de temas. Es una manera que tenemos de explicarnos lo que vemos, oimos y sentimos. Algunas creencias se basan más en el método científico, por ejemplo, y otras se basan más en lo que conocemos como fe.

Las creencias por sí mismas no tienen una atribución moral (buenas o malas), pero una persona que echa mano de ellas, puede o no puede lograr sus objetivos. Una creencia que dificulta o impide alcanzar un objetivo resultaría entonces una creencia limitante, mientras que una creencia que ayuda a alcanzarlo sería una creencia potenciadora para ese objetivo en particular. Pongamos un ejemplo: si yo deseo convertirme en un Coach de gran renombre pero creo que no soy bueno para escribir, me resultará complicado utilizar Internet, un blog por ejemplo, como herramienta para alcanzar mi objetivo, de manera que sería una creencia limitante. ¿Qué podría hacer entonces? En Coaching el enfoque para derribar las creencias es, como casi siempre, mediante preguntas. Una persona que es consciente de que tiene una creencia limitante se puede hacer el siguiente cuestionario a sí mismo:

- ¿Qué intento proteger con mi creencia? En el ejemplo sería quizá mi reputación como Coach: si escribo algo que no gusta, podría ver afectado mi renombre de manera negativa.
- ¿Qué valores están relacionados con eso que deseo proteger? Precisamente intentaría proteger mi reputación, que es un valor en sí misma.
- ¿Qué conductas estoy teniendo o impidiendo al tener esa creencia? La conducta que se impide mediante mi creencia es, directamente, escribir en Internet: no escribiría este blog concretamente.
- ¿Qué preguntas me puedo hacer a mi mismo para desafiar mi creencia? Por ejemplo ¿cuántas personas me han dicho que no les gusta mi forma de escribir? ¿he escrito alguna vez en Internet? ¿en qué me baso para decir que no soy bueno para escribir? ¿qué es, concretamente, lo que podría mejorar en mi escritura para empezar a ser "bueno"? ¿mis escritos han persuadido a alguien alguna vez? ¿cuesta trabajo entender mis escritos? Y así una infinidad de preguntas que me ayudarán a contrastar mis creencias con la realidad.
- ¿A qué conclusión llego después de contestar a mis preguntas? ¿Cuál es mi nueva creencia? Si me he contestado a mi mismo que ninguna persona me ha dicho que no le gusta mi forma de escribir, que sí que he escrito alguna vez en Internet y que mis entradas le han gustado a tres o cuatro personas que me han hecho saber que les ha parecido interesante y útil, aunque quizá les gustaría ver más ejemplos de mis planteamientos, entonces me puedo construir una nueva creencia, por ejemplo: tengo una forma de escribir que resulta interesante, si bien resulta un tanto abstracta en ocasiones. Esta nueva creencia me permitirá ponerme a trabajar de camino a mi objetivo, en una tarea concreta: ser más concreto mediante ejemplos.

Las creencias potenciadoras conservan al menos una característica de las antiguas creencias limitantes, ya que es la razón misma de la existencia de la creencia: busca proteger un valor. En este caso, mi nueva creencia "tengo una forma de escribir que resulta interesante, si bien resulta un tanto abstracta en ocasiones" sigue buscando proteger mi reputación, aunque me permite, simultánteamente, cumplir con mi objetivo que es forjarme un prestigio mediante un blog.