Mucho se habla ahora de los servicios "externalizados" en las empresas y organizaciones. En plena oleada de recortes, muchos gobiernos autonómicos en España han recurrido a externalizar todo lo externalizable, es decir, todo lo que supuestamente no es competencia directa de ellos. La teoría dice que "el zapatero debe trabajar en los zapatos" y que todo lo demás debería hacerlo quien mejor lo hace. A este respecto, poco aportaremos. El tipo de externalización que nos interesa en esta entrada es la que podemos hacer nosotros mismos para cambiar la perspectiva. Me explico a continuación.
Una de mis "preguntas poderosas" favoritas es la siguiente: "si alguien te preguntara cómo has hecho para llegar exactamente a donde estás ahora, con lo positivo y negativo que eso pudiera conllevar, ¿qué ruta le describirías?". Piénsalo por un momento. Si alguien te hiciera esa pregunta con algún tipo de marco de referencia, por ejemplo, el último medio año, ¿qué responderías? ¿Qué has hecho el último medio año para llegar exactamente a donde estás? Si, por ejemplo, en este medio año has ganado un par de kilos, has sacado el carné de conducir, te has apuntado a estudiar un idioma y tienes un amigo y un enemigo más, ¿qué has tenido que hacer para lograr todo eso? Tu respuesta podría ser algo así como he comido en la calle casi todos los días, he tomado 30 clases de conducción en una autoescuela, investigué la oferta de idiomas en mi zona y me decidí por una academia, me fui de copas una vez cada dos semanas y allí conocí a un nuevo amigo y también a un nuevo enemigo. Más o menos ese es tu "plano" para construir tu situación en los últimos seis meses.
¿En qué consiste y para qué necesitamos la externalización entonces? En ocasiones, es difícil ser objetivos cuando hablamos de nuestros actos, ya que tendemos a justificarlos según nuestras creencias. Así, quizá podríamos decir que para tener ese nuevo enemigo, lo único que hicimos fue "ser nosotros mismos" cuando en realidad lo que hicimos fue exhibir a la otra persona públicamente. Para evitar ese filtro que son nuestras justificaciones personales, podemos recurrir a la externalización. Esto es, preguntándonos a nosotros mismos qué le recomendaríamos a un "hermano pequeño" que nos admira y que quiere llegar a estar justo donde estamos nosotros para lograrlo. ¿En qué se fundamenta este ejercicio? En la tendencia a sentirnos más a gusto dando consejos que autoanalizándonos.
Así, la combinación de las preguntas "si alguien te preguntara cómo has hecho para llegar exactamente a donde
estás ahora, con lo positivo y negativo que eso pudiera conllevar, ¿qué
ruta le describirías?" y "qué le recomendarías a un "hermano pequeño" que te admira y que
quiere llegar a estar justo donde estás tú para lograrlo?" te puede llevar a encontrar la receta secreta de tus éxitos...y los no tanto.
Un espacio para comentar sobre el Coaching, además de compartir algunas de sus herramientas en beneficio de todas las personas interesadas.
miércoles, 30 de enero de 2013
domingo, 27 de enero de 2013
La asertividad como expresión de la autoestima
Un amigo mío me comentaba hace poco: "Mi ex me mandó un e-mail que me dejó descolocado. Me confundió mucho y me hizo enfadar. ¿Cómo puede ser tan insensible?". No es poco frecuente que las personas echen la culpa de sus emociones a los demás. En otra oportunidad una clienta me dijo "Mi pareja no me acepta tal como soy y hace que me sienta como si fuera rara. Es un desconsiderado". Sin ir más lejos, hace solamente unos días leí en un periódico que en España sigue incrementándose el consumo de drogas ansiolíticas porque «recurrimos a los ansiolíticos para aliviar el estrés social». Es decir, que se echa la culpa a la sociedad de nuestro estado de ánimo y se intenta corregir el problema recurriendo a agentes externos, temporales y encima de todo adictivos (según algunos expertos «hay gente que los toma durante años»).
Los ejemplos anteriores son reveladores de que la gente no se siente en control de sus emociones y, consecuentemente de sus vidas. Desde luego, no estar en el asiento del conductor provoca ansiedad como lo muestran los comportamientos de los niños. A las primeras oportunidades que tienen de controlar algo, defienden aquello a capa y espada.
Así que ¿cómo recuperamos el volante de nuestras vidas? ¿cómo influye esto en nuestra autoestima (o viceversa)? ¿de dónde parte la creencia de que no podemos controlar nuestras propias emociones?
Si reflexionamos sobre el origen de las emociones, nos daremos cuenta rápidamente de que éstas aparecen de manera espontánea. La ira, la sorpresa, la tristeza, el asco, la alegría, el miedo...son reacciones emocionales que podemos sentir en cualquier momento. A cada persona le sobrevendrán en mayor o menor medida en diferentes situaciones. Probablemente si yo comento un error en el trabajo, la emoción que sentiré será distinta a si lo comete una persona que se autodenomine como "perfeccionista" o una que se autodenomine "desenfadada". Pero sobre esa primera reacción poco más hablaremos. Lo que realmente nos ocupa en este espacio es lo que hacemos después de ese primer momento, una vez que hemos racionalizado la emoción.
Veamos un modelo mediante el cual podemos dar forma a nuestra reacción. ¿Qué pasaría si, pasado el momento inicial...
- Describo la situación por la que acabo de pasar suprimiendo adjetivos tanto como me sea posible e incluyendo información lo más exacta posible. Por ejemplo "cuando María me envió el e-mail donde me preguntaba cómo estaba, yo me sentí sorprendí".
- Expreso cómo me ha hecho sentir el hecho desde mi entendimiento. Para ello, resulta obvio que necesito saber identificar realmente las emociones que he sentido. De poco me servirá este análisis si creo que cuando estoy ansioso lo que realmente me pasa es que estoy hambriento (problema más frecuente de lo que parece según estudios hechos a personas que sufren de desórdenes alimenticios). Siguiendo nuestro ejemplo "me sentí descolocado porque me hice ilusiones de que podría volver a estar interesada en mi".
- Solicito un comportamiento concreto de las otras personas para que cambien los efectos indeseables o pidiendo alternativas de solución al problema. En caso de ser imposible este paso, echo mano de mi autoconocimiento y analizo hasta qué punto es racional el pensamiento que tengo hacia la situación, por ejemplo recordando otros momentos en los que haya pasado por una situación similar, como por ejemplo "me parece que como yo sigo enamorado de ella, ella tendría que saber que este tipo de e-mails me van a descolocar". La solicitud en este caso podría ser "la próxima vez no dar por hecho que ella sabe lo que estoy sintiendo".
- Explicando las consecuencias de llevar a cabo el comportamiento concreto, ya sea a quien le he hecho la solicitud o a mi mismo, por ejemplo diciéndome "Pensándolo bien, María no tiene forma de leerme la mente". Así, la explicación de este paso queda como "si no doy por hecho nada, no me sentiré atacado".
Hecha esta reflexión, la pregunta obvia es ¿y de dónde saco esa autoestima para pensar que, por un lado tengo derecho a sentirme enamorado y descolocado y por otro tengo la capacidad de no dar por hecho las cosas y no sentirme atacado? Para responder a esta pregunta, recurriremos, como siempre a nuevas preguntas, poniendo un ejemplo muy concreto y de fácil respuesta:
¿Cómo sabes que serás capaz de llegar al país vecino, aunque nunca lo hayas hecho?
¿Qué talentos utilizaste aquella otra vez que tuviste que llegar a un lugar al que nunca habías ido?
¿Cómo podrías utilizar esos talentos en este caso?
Después de todo, como dijo Stephen Covey: la autoestima es como una cuenta bancaria con cargos domiciliados. Mes a mes el saldo va bajando y hace falta hacer ingresos para que se mantenga en niveles saludables. Los ingresos, por pequeños que sean, si se hacen con constancia, terminan por devolver el saldo a los niveles saludables.
Los ejemplos anteriores son reveladores de que la gente no se siente en control de sus emociones y, consecuentemente de sus vidas. Desde luego, no estar en el asiento del conductor provoca ansiedad como lo muestran los comportamientos de los niños. A las primeras oportunidades que tienen de controlar algo, defienden aquello a capa y espada.
Así que ¿cómo recuperamos el volante de nuestras vidas? ¿cómo influye esto en nuestra autoestima (o viceversa)? ¿de dónde parte la creencia de que no podemos controlar nuestras propias emociones?
Si reflexionamos sobre el origen de las emociones, nos daremos cuenta rápidamente de que éstas aparecen de manera espontánea. La ira, la sorpresa, la tristeza, el asco, la alegría, el miedo...son reacciones emocionales que podemos sentir en cualquier momento. A cada persona le sobrevendrán en mayor o menor medida en diferentes situaciones. Probablemente si yo comento un error en el trabajo, la emoción que sentiré será distinta a si lo comete una persona que se autodenomine como "perfeccionista" o una que se autodenomine "desenfadada". Pero sobre esa primera reacción poco más hablaremos. Lo que realmente nos ocupa en este espacio es lo que hacemos después de ese primer momento, una vez que hemos racionalizado la emoción.
Veamos un modelo mediante el cual podemos dar forma a nuestra reacción. ¿Qué pasaría si, pasado el momento inicial...
- Describo la situación por la que acabo de pasar suprimiendo adjetivos tanto como me sea posible e incluyendo información lo más exacta posible. Por ejemplo "cuando María me envió el e-mail donde me preguntaba cómo estaba, yo me sentí sorprendí".
- Expreso cómo me ha hecho sentir el hecho desde mi entendimiento. Para ello, resulta obvio que necesito saber identificar realmente las emociones que he sentido. De poco me servirá este análisis si creo que cuando estoy ansioso lo que realmente me pasa es que estoy hambriento (problema más frecuente de lo que parece según estudios hechos a personas que sufren de desórdenes alimenticios). Siguiendo nuestro ejemplo "me sentí descolocado porque me hice ilusiones de que podría volver a estar interesada en mi".
- Solicito un comportamiento concreto de las otras personas para que cambien los efectos indeseables o pidiendo alternativas de solución al problema. En caso de ser imposible este paso, echo mano de mi autoconocimiento y analizo hasta qué punto es racional el pensamiento que tengo hacia la situación, por ejemplo recordando otros momentos en los que haya pasado por una situación similar, como por ejemplo "me parece que como yo sigo enamorado de ella, ella tendría que saber que este tipo de e-mails me van a descolocar". La solicitud en este caso podría ser "la próxima vez no dar por hecho que ella sabe lo que estoy sintiendo".
- Explicando las consecuencias de llevar a cabo el comportamiento concreto, ya sea a quien le he hecho la solicitud o a mi mismo, por ejemplo diciéndome "Pensándolo bien, María no tiene forma de leerme la mente". Así, la explicación de este paso queda como "si no doy por hecho nada, no me sentiré atacado".
Hecha esta reflexión, la pregunta obvia es ¿y de dónde saco esa autoestima para pensar que, por un lado tengo derecho a sentirme enamorado y descolocado y por otro tengo la capacidad de no dar por hecho las cosas y no sentirme atacado? Para responder a esta pregunta, recurriremos, como siempre a nuevas preguntas, poniendo un ejemplo muy concreto y de fácil respuesta:
¿Cómo sabes que serás capaz de llegar al país vecino, aunque nunca lo hayas hecho?
¿Qué talentos utilizaste aquella otra vez que tuviste que llegar a un lugar al que nunca habías ido?
¿Cómo podrías utilizar esos talentos en este caso?
Después de todo, como dijo Stephen Covey: la autoestima es como una cuenta bancaria con cargos domiciliados. Mes a mes el saldo va bajando y hace falta hacer ingresos para que se mantenga en niveles saludables. Los ingresos, por pequeños que sean, si se hacen con constancia, terminan por devolver el saldo a los niveles saludables.
jueves, 20 de septiembre de 2012
¿Cuándo elegir coaching y cuándo otras disciplinas?
La mayoría de los cursos de
coaching comienzan con una diferenciación de lo que es el coaching y lo que son
otras disciplinas afines pero en definitiva con objetivos distintos, tales como
el mentoring, la consultoría, la formación, el entrenamiento, el “counselling”
y la terapia.
Como vemos en la figura de abajo,
hay dos variables fundamentales en todos los procesos entre un profesional y un
cliente: el enfoque temporal y el enfoque de quién aporta los conocimientos y
las experiencias. En el caso de los procesos tipo “especialista – cliente”
suele ser el especialista el que, con base en su experiencia y conocimientos le
propone al cliente un curso de acción para alcanzar sus objetivos. En el caso
de los procesos tipo “espejo – cliente” suele ser el mismo cliente, quien,
basado en sus propios conocimientos y experiencia, tiene la oportunidad de
descubrir, apoyado por el profesional, sus propias soluciones y cursos de
acción de cara a sus objetivos.
En cuanto al enfoque temporal,
básicamente la división está entre los procesos que se centran en lo que
sucedió antes y que es la causa de que el cliente se encuentre donde se
encuentra y por otro lado los procesos que se centran en lo que el cliente hará
en el futuro para alcanzar sus objetivos, independientemente de lo que haya
sucedido en el pasado.
Con lo anterior, existen
situaciones que se prestan más para experimentar un proceso u otro, si bien
todos pueden resultar enriquecedores. Los campos de aplicación de cada uno de
los procesos se deben decidir contestando a preguntas tales como:
1. ¿De
cuánto tiempo dispongo para alcanzar mi objetivo?
2. ¿En
qué medida poseo los conocimientos que hacen falta para alcanzar mi objetivo?
3. ¿Hasta
qué punto estoy dispuesto a comprometerme con la solución a mi situación?
4. ¿Hasta
qué punto deseo desarrollar mis habilidades en el camino a la obtención de mi
situación?
5. ¿Cuál
es el grado de autonomía que deseo tener durante el proceso?
6. ¿Hasta
qué punto deseo que la responsabilidad de la solución recaiga en mi?
7. ¿Hasta
qué punto deseo poner a prueba mi autoconocimiento para alcanzar mis objetivos?
8. ¿Cuál
es la naturaleza de mi objetivo?
9. ¿Hasta
qué punto me encuentro en dominio de mi estado emocional?
10. ¿Hasta
qué punto me encuentro en dominio de mis acciones?
Con estas respuestas podemos
llegar a nuestras propias conclusiones de lo que más nos conviene. En términos
generales podemos seguir los siguientes criterios por cada una de las
respuestas:
1. Cuanto
menos tiempo se tenga para alcanzar el objetivo, mayores posibilidades habrá de
necesitar ayuda externa. Esto podría significar intervención directa de un
especialista como un consultor, terapeuta o mentor.
2. A
menores conocimientos sobre el terreno donde se desarrolla la situación, se
harán más necesarios los conocimientos de terceras personas, lo que favorece la
opción de trabajar con un especialista (consultor, terapeuta o mentor).
3. Si
el compromiso con la solución es muy alto, es posible que el cliente desee
formar parte de la solución en sí mismo, lo que puede lograr mediante un
proceso como el coaching, el counselling o la formación.
4. El
desarrollo de habilidades personales es un ingrediente fundamental del coaching
y la formación, por lo que un elevado deseo de desarrollo apuntaría a esa
dirección. Los especialistas, por otro lado, favorecen poco el crecimiento
personal.
5. Un
grado de autonomía alto indicaría nuevamente un compromiso con la solución
elevado y dejaría entrever una solución del tipo coaching o counselling y en
menor grado, la formación.
6. La
mayor responsabilidad de una solución se alcanza en un proceso de coaching y
counselling, seguido por el mentoring y la terapia, la formación, la
consultoría y finalmente el entrenamiento. Una persona que recibe instrucciones
tiende a sentir poca responsabilidad sobre el resultado de la solución.
7. El
autoconocimiento suele ir de la mano del desarrollo de habilidades personales,
ya que el primero es una precondición de lo segundo.
8. Las
personas que tienen el objetivo de dejar atrás situaciones traumáticas, estarán
mejor atendidas en procesos de counselling o terapia, mientras que las personas
que deseen mirar hacia delante basados en lo que hacen hoy, podrían preferir
procesos de coaching, formación, consultoría o entrenamiento. Por otro lado, el
entrenamiento está enfocado en perfeccionar habilidades muy específicas y
podría ser complementario a la formación, mientras que la consultoría suele
tener un enfoque más integral, al igual que el mentoring y el coaching.
9. Las
respuestas a las preguntas 9 y 10 indican que las personas que tienen un alto
dominio de sus emociones y acciones, buscan frecuentemente ser parte activa de
la solución y se sienten atraídas por procesos como el coaching, el mentoring,
la consultoría y la formación. Quienes sufren para controlar sus emociones y
acciones se encuentran normalmente más seguros en manos de terapeutas y
profesionales del counselling.
Lo anterior,
puesto en un mapa, desde el punto de vista del desarrollo y la responsabilidad
se resume en:
Y desde el punto de vista de los
objetivos, se resume en:
Visto lo anterior, cabe la
pregunta ¿existe algún área en común donde el cliente pueda beneficiarse de la
combinación de varios de estos procesos?
La experiencia nos dice que sí,
pero veamos en qué se fundamenta que así sea:
·
Los procesos relacionados con el aprendizaje
(formación, entrenamiento y mentoring) pueden llevarse a cabo de forma
experimental / vivencial, lo cual puede implicar la práctica de un proceso de
coaching, terapia o consultoría simultáneamente a la adquisición de
conocimientos.
·
La poca responsabilidad que el cliente adquiere
cuando trata con un especialista (terapeuta o consultor), puede incrementarse
procurando que él/la cliente mismo(a) llegue a la conclusión de que la solución
adecuada coincide con la que el especialista recomendaría mediante herramientas
como las que ofrece el coaching.
·
El desarrollo que vive el cliente puede
incrementarse al hacerle partícipe de la solución mediante la incorporación de
sus sugerencias durante un proceso como la terapia, la consultoría o el mentoring.
·
En procesos que tratan a los clientes con la
premisa de que tiene poca capacidad de controlar sus emociones o conductas
(terapia), hacer un cambio de paradigma de manera que, por ejemplo, se parta de
la confianza en las capacidades del cliente. Esto implicaría que el
especialista hiciera una introspección individual para encontrar una auténtica
confianza en sus clientes. Un reenfoque de esta naturaleza podría demostrar ser
una poderosa forma para predisponer al cliente a una recuperación más pronta.
El coaching como complemento de la terapia
Un cliente acude con un coach
para ver si puede ayudarle a conseguir un objetivo que ha perseguido desde hace
mucho tiempo y ha demostrado ser sumamente elusivo. Después de una serie de
preguntas, el objetivo queda plasmado en palabras del cliente como: “quiero controlar
el intercambio de información que tengo con el resto de las personas, de manera
que no termine hablando más de la cuenta y dé a conocer información que no
deseo”. Durante la primera sesión el cliente comenta que es una persona sin
control en varios aspectos de su vida, como por ejemplo, el dinero y sus
relaciones con otras personas. Por otro lado, el cliente manifiesta su
frustración porque su jefe no confía en él, sus clientes perciben a una persona
insegura y su familia se siente con el derecho de tomar decisiones por él.
Al mismo tiempo, el cliente se
plantea como objetivos paralelos crecer laboralmente y ser una persona más
asertiva.
En el coaching no se hacen
diagnósticos de los clientes. Sin embargo, haciendo una recopilación de lo
manifestado por el cliente, sabemos que:
·
Desea incidir en su presente para forjar su
futuro, dejando de lado su pasado (ámbito del coaching).
·
Desea desarrollar habilidades de comunicación
más efectiva, crecer laboralmente y trabajar en su asertividad (ámbito del
coaching).
·
Está dispuesta a adquirir compromisos consigo
misma a partir de sus conocimientos y experiencias para alcanzar sus objetivos,
lo cual se traduce en una mayor responsabilidad (ámbito del coaching).
·
Los objetivos en sí mismos son tanto del tipo “recuperar”
el control como de “adquirir” nuevas herramientas para sus relaciones
interpersonales (ámbito de la terapia y del coaching).
·
Se parte del supuesto de que, si bien su dominio
emocional y conductual en el pasado ha sido limitado, en el presente tiene un
nivel adecuado para emprender sus propios compromisos (ámbito de la terapia,
reenfocado hacia el coaching).
El espacio en el que conviven el
coaching y la terapia está dado en el caso en cuestión y las diferencias
fundamentales con un proceso tradicional son, de forma genérica:
Terapia sin coaching
|
Terapia con coaching
|
Diagnosticar desde una opinión
experta
|
Enterarse de los hechos que han
llevado al cliente a emprender el
proceso
|
El objetivo lo lleva el cliente
|
El objetivo lo define y refina el cliente con ayuda del
coach
|
El paradigma es que el cliente no
tiene control emocional / conductual en principio
|
El paradigma es que el cliente
tiene todos los recursos y el control que le hacen falta para emprender el
proceso y que dispone de conocimientos, habilidades y hábitos para lograr su
objetivo
|
Se restringe al cliente a que siga
un curso de acción que el experto considera el mejor
|
Se ayuda al cliente a que descubra sus propios métodos de
trabajo de cara a su objetivo
|
Se reenfocan las creencias limitantes
del cliente según las creencias del experto
|
Se ayuda al cliente a que explore
y encuentre creencias alternativas a las creencias limitantes actuales
|
En nuestro caso, lo anterior se
traduciría en:
Terapia sin coaching
|
Terapia con coaching
|
Desórdenes con nombre
|
El cliente da más información de
lo que desea a otras personas, su jefe y sus clientes le manifiestan que no
transmite confianza
|
El objetivo es…
|
¿A qué te refieres con…? ¿cómo vas a saber cuando hayas
alcanzado tu objetivo? ¿qué hitos tienen que suceder para que llegues a tu
objetivo? ¿cuánto tiempo puede requerir eso?
|
El cliente tiene el desorden X que
le impide controlar sus emociones / conductas
|
El cliente se plantea trabajar a
partir de sus fortalezas para controlar en mayor medida sus emociones /
conductas
|
El tratamiento para el desorden es…
|
¿Qué tiene que pasar ahora? ¿Cómo puedes lograrlo…? ¿Qué
consejo le darías a alguien en tu situación? ¿Y si…? Imagínate que tienes el
control, ¿qué harías para…? ¿Qué vas a hacer?
|
Desde la definición de lo sano, no
creemos que… en vez de eso creemos que…
|
¿Siempre es así? ¿En qué se basa
eso que piensas? ¿Las circunstancias siguen siendo las mismas? ¿Eso aplica en
todos los casos? ¿Qué casos distintos conoces? ¿Y si…? ¿Cómo podrías
reformular tu creencia ahora?
|
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