martes, 6 de marzo de 2012

Coaching para el desempeño físico

En no pocas ocasiones los objetivos de una persona se encuentran en el ámbito de lo físico: jugar mejor al tenis, correr, hacer musculación o incluso actividades como el mejor desempeño en la actuación (teatro, por ejemplo), dando discursos, en la intimidad... y en general en cualquier cosa que requiera del cuerpo.

En estos casos, tenemos dos formas de aprender a mejorar el rendimiento en la actividad: mediante instrucciones verbales, ya sea orales o escritas o mediante imágenes.

Si yo quisiera enseñar a alguien a practicar el ejercicio de los "fondos" en el gimnasio, tendría que empezar por dar las siguientes instrucciones (ver imagen para mayores referencias, pero no contar con ella para comprender las instrucciones):



1. Posicionarse frente al aparato de fondos y sujetar las asas exteriores para ejercitar el pecho o las interiores para ejercitar los brazos.
2. Dejar caer el peso del cuerpo sobre los brazos y comenzar a descender lenta y controladamente hasta llegar a una altura tal que se conserve la posibilidad de volver a subir y no se pierda el equilibrio.
3. Una vez alcanzado el punto descrito anteriormente, comenzar a subir el cuerpo (exclusivamente utilizando los brazos) hasta llegar a tener los brazos extendidos nuevamente.
4. Repetir el ejercicio un número constante de repeticiones y en tantas series como se desee (por ejemplo, cuatro series de doce repeticiones).
5. Tener cuidado de no balancear las piernas mientras se realiza el ejercicio y de no crear un "efecto rebote" al bajar y subir.

¿Qué pistas se encuentran aquí de cómo lograr el punto 5, que es lo realmente interesante de hacer bien el ejercicio?

Una forma alternativa de enseñar sería:

1. Pedir al aprendiz que visualice la realización del ejercicio (observando todo pero sin concentrarse en nada en particular).

2. Pedirle a continuación que realice unas pruebas del ejercicio sin importar el resultado. El objetivo es que se familiarice con el moviemiento sin juicios (ni bien ni mal) sino, más bien, describiendo lo que va sintiendo. El cuerpo va a ir pidiendo por sí mismo mayor o menor fuerza en cada brazo y en el pecho de manera que se alcance un equilibrio y se garantice la estabilidad. Dejar que el cuerpo entienda ese balance. Las únicas restricciones son: que hay que utilizar sólo los brazos y que hay que subir y bajar.

3. Una vez hecho lo anterior, concentrarse en lo que el cuerpo pide cambiar y dejar que suceda de forma natural, no darse instrucciones verbales. Cuando el cuerpo se sienta cómodo, se habrá alcanzado el equilibrio y la estabilidad en el movimiento. Para repetir ese movimiento cómodo, no pensar en cómo se alcanzó la postura sino simplemente dejar que el cuerpo lo haga nuevamente. En esta fase el resultado del ejercicio se observa más detenidamente pero no se juzga como bueno o malo, sino que se describe, por ejemplo "siento mayor tensión en el brazo izquierdo que en el derecho" o "siento que pierdo la fuerza a la cuarta repetición".

La experiencia es la maestra en este último método (memoria corporal), mientras que en el primero es una serie lógica de instrucciones, que se deben confiar a la memoria lógica y racional. Veamos ahora qué tipo de memoria es más confiable mediante algunas preguntas: ¿qué olores recuerdas de tu niñez? ¿qué conversaciones recuerdas de tu niñez? ¿qué sensaciones recuerdas de tu primera experiencia en la playa o en una piscina? ¿qué instrucciones recuerdas que recibiste para nadar? ¿qué imágenes recuerdas de tus primeros días de cole? ¿qué instrucciones de tus profesores recuerdas?


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