jueves, 5 de abril de 2012

El anclaje como táctica de self-coaching

"Estábamos en una terraza de un bar español de vinos y tapas en Baltimore. Mi mujer y yo visitábamos a mi hermana que hacía casi un año que no la veíamos. Compartíamos un buen vino con ella y su chico de entonces, intercambiando anécdotas y bromas. Después de la carcajada más grande de toda la tarde me levanté para ir a los servicios. Mientras me alejaba de la mesa todavía riendo, miré a mi alrededor, me concentré en una lámpara con forma de rana y me dije a mi mismo - este es, muy probablemente, el momento cumbre de este viaje -. Recuerdo todavía el olor, los colores y sonidos de aquel momento que sucedió ya hace cinco años."

Sin saberlo, lo que hice aquel día fue un anclaje. Ahora, en caso de querer revivir la sensación de aquel momento, puedo invocar la imagen de la lámpara con forma de rana.

Si resumiéramos los pasos que seguí aquel día, serían:

1. Identificar las emociones que sentí en aquel momento: alegría, amistad, compañía, pertenencia, comunicación, camaradería.
2. Sentir el deseo de revivir ese momento y esas sensaciones.
3. Hacerme consciente de lo que sentía.
4. Fijar el momento en mi memoria y en mi cuerpo mediante un acto: mirar la lámpara con forma de rana. Podría haberlo fijado también pellizcándome, tocándome la nariz, tirando de mi oreja, etcétera.

Muchas veces aunque tengamos claridad sobre la situación en la que nos encontramos, dejamos que nos invadan las preocupaciones y que nos disminuya la seguridad en lo que estamos haciendo. La preocupación, según los expertos en inteligencia emocional, es un estado semi obsesivo en el que nuestra mente se fuga hacia un momento futuro donde intentamos prepararnos mejor para enfrentarlo pero, en realidad, lo único que hacemos es fugarnos del presente, complicando más nuestra situación, puesto que es en el presente cuando realmente podemos ocuparnos para controlar lo que pasará en el futuro.

Es en esos momentos, en los que nuestra autoconfianza se ve afectada, en los que un anclaje puede romper el círculo vicioso y devolvernos el estado emocional que nos permita ocuparnos del presente.

Hagámonos entonces algunas preguntas para ver cómo es que podemos utilizar el anclaje en nuestro beneficio:

¿En qué momentos de mi vida cotidiana sufro de preocupaciones recurrentes?
¿Cómo me hacen sentir esas preocupaciones?
¿Qué resultados obtengo de esos momentos de preocupación?
¿Si quisiera hacer en esos momentos otra cosa, en vez de preocuparme, qué sería?
¿Qué tipo de emociones me vendrían bien en esos momentos de preocupación para poder romperlos y concentrarme en el presente?

¿En qué momentos de mi vida cotidiana obtengo esas emociones?
¿Qué momento futuro elijo para crear el anclaje con esas emociones? ¿Cuál es la situación? ¿En qué instante exacto lo haré? ¿Qué sensación física asociaré al momento?

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