Pensemos en lo que sucede previo a que emprendamos una acción, por ejemplo, ir a entrenarnos al gimnasio. Digamos que nos encontramos viendo la televisión cómodamente. En ese momento miramos la hora y descubrimos que es la hora a la que nos conviene ir al gimnasio. Eso nos genera un impulso que podría ser una necesidad (en el caso de que estemos, por ejemplo en rehabilitación física), un deseo (en el caso de que queramos vernos mejor) o una obligación (en el caso de que trabajemos allí). A continuación haremos una valoración sobre ese impulso. Normalmente esta valoración es muy rápida, pero también sucede que le damos más vueltas. En el caso del gimnasio podríamos pensar que el programa que estamos viendo es muy interesante, o que ya no tenemos suficiente tiempo para ir al gimnasio o incluso que nos encontramos muy tristes como para ir. Es en esta fase de valoración donde realmente nos encaminamos para hacer las cosas o no, ya que es el input de la toma de decisión.
Mediante el autocoaching o el coaching tradicional (en donde el coach no somos nosotros mismos) podemos plantearnos algunas preguntas que podrían favorecer nuestra motivación para hacer las cosas.
Veamos en qué consisten:
Tipo de valoración / Pregunta para hacernos:
Propósito de la conducta: ¿qué voy a obtener con esta conducta?
Capacidades o conocimientos para emprender la acción: ¿en una escala del 1-10 cómo me siento de preparado para emprender la acción? ¿lo he hecho anteriormente?
Posibilidades y probabilidades de éxito en la acción: ¿en una escala del 1-10 cuánto de probable es que tenga éxito?
Grado de satisfacción de la acción: ¿cómo me voy a sentir después de llevar a cabo la acción?
Distancia temporal a la recompensa: ¿qué satisfacciones voy a experimentar mientras llego a la meta?
Estado emocional: ¿en qué momento del día o en qué día de la semana me siento más fuerte para llevar a cabo esta acción?
Opciones: ¿qué otra forma hay para llevar a cabo esta acción? ¿y alguna otra?
Urgencia del evento: ¿cuánto falta para que comience la acción? ¿en una escala del 1-10 es factible emprenderla en ese plazo?
Si respondemos a esas preguntas en nuestro ejemplo del gimnasio, probablemente pensaríamos:
¿Qué voy a obtener con esta conducta? Voy a verme mejor y voy a gustarle más a mi pareja y a mi entorno social.
¿En una escala del 1-10 cómo me siento de preparado para emprender la acción? ¿lo he hecho anteriormente? Sé dónde está el gimnasio más cercano a mi casa aunque no conozco las tarifas ni los horarios, por lo que me evalúo con un 7. Para alcanzar el 10, necesito preguntar la información que me hace falta. He estado apuntado en gimnasios antes y sé por experiencia que cuestan unos 30 euros al mes y que suelen abrir al menos de 9 a 22 horas de lunes a viernes.
¿En una escala del 1-10 cuánto de probable es que tenga éxito? No hay ningún impedimento para que vaya mañana, a menos que tuviera una junta de trabajo que se prolongara, por lo que hay un 9 de posibilidades.
¿Cómo me voy a sentir después de llevar a cabo la acción? Me voy a sentir un paso más cerca de mi menta de verme bien.
¿Qué satisfacciones voy a experimentar mientras llego a la meta? Probablemente conozca gente agradable en el gimnasio.
¿En qué momento del día o en qué día de la semana me siento más fuerte para llevar a cabo esta acción? Los miércoles me suelo sentir fuerte, sin el aletargamiento del fin de semana.
¿Qué otra forma hay para llevar a cabo esta acción? ¿y qué otra? Me podría comprar una máquina elíptica y entrenarme en mi casa, aunque eso me apetece menos.
¿Cuánto falta para que comience la acción? ¿en una escala del 1-10 es factible emprenderla en ese plazo? Falta un día pero no me impide nada porque lo único que necesito preguntar lo puedo preguntar allí mismo.
Un espacio para comentar sobre el Coaching, además de compartir algunas de sus herramientas en beneficio de todas las personas interesadas.
martes, 31 de enero de 2012
lunes, 16 de enero de 2012
Herramientas de coaching: las preguntas "poderosas"
El coaching es una disciplina enfocada en dos objetivos:
1. Ayudar al cliente a adquirir conciencia sobre sí mismo y sus circunstancias y;
2. Fomentar que asuma responsabilidad de sus acciones.
Una de las herramientas fundamentales del coach para lograr esos objetivos es preguntar. En particular el coach busca hacer las preguntas llamadas “poderosas”. El nombre es bastante autoexplicativo, pero digamos que el poder de las preguntas está en:
Algunas preguntas poderosas que usan los coaches frecuentemente y que cualquier persona se puede hacer a sí misma cuando busca liberar su mente, son:
1. ¿Qué se puede aprender de todo esto?
2. Esto sólo podría ser perfecto en caso de que tú…
3. Si la única opción fuera reírse ¿cómo podrías sacarle la gracia?
4. ¿Hay algo para agradecer en todo esto?
5. ¿Hay formas de hacerlo diferente?
6. ¿Qué es lo que tiene más valor de tu óptica actual?
7. ¿Qué destrezas te ha generado está situación?
8. ¿Después de esto, te sientes más / menos (tolerante, impaciente, enjuiciador, etc) que antes?
9. ¿Qué cosas tendrías que repetir para asegurarte de que en un futuro vas a volver a estar exactamente en la misma situación?
10. ¿Qué se te cruza por la cabeza cuando piensas en eso?
11. De seguir cómo vas ¿cómo crees que vas a estar en 10 años?
12. ¿Hay alguna conexión entre lo que estamos hablando y tus valores o principios?
13. ¿Qué te impide hacerlo… qué te estás diciendo?
14. ¿Te estás escuchando? ¿Oíste lo que dijiste?
15. ¿Qué resultado esperas obtener con lo que estás haciendo?
16. ¿Cuáles son las ventajas de hacer / no hacer eso?
17. ¿De qué forma contribuye esto a tu vida? ¿Qué te aporta? ¿Qué sacas?
18. ¿Cómo estás alimentando ese hábito?
19. ¿Ya te había pasado algo semejante?
20. ¿Soltar eso significaría dejar atrás qué cosa?
21. ¿Quién es el que tiene el timón ahora?
22. ¿Desde hace cuánto vienes pensando en eso?
23. ¿Cómo te sentirías si ya lo hubieras hecho?
24. ¿Qué pasaría si lo hicieras?
25. ¿Qué pasa si no lo haces?
26. ¿Qué te hace falta para estar listo?
27. ¿Qué podrías hacer que no estés haciendo?
28. ¿Qué tienes que dejar de hacer?
29. ¿Qué sería lo único que podrías hacer en este momento?
30. ¿Qué se te ocurre que habría que hacer para prepararte?
31. ¿Qué habría que hacer para que sucediera lo que te gustaría que pasara?
32. ¿Qué te acercaría a la meta?
33. Seamos fatalistas, ¿qué es lo peor que podría pasar?
34. ¿Qué sería lo mejor de lograrlo?
35. ¿Qué podría hacer que te llamara la atención en lugar de huirle?
1. Ayudar al cliente a adquirir conciencia sobre sí mismo y sus circunstancias y;
2. Fomentar que asuma responsabilidad de sus acciones.
Una de las herramientas fundamentales del coach para lograr esos objetivos es preguntar. En particular el coach busca hacer las preguntas llamadas “poderosas”. El nombre es bastante autoexplicativo, pero digamos que el poder de las preguntas está en:
- Cambiar la perspectiva del cliente sobre un tema, es decir, hacerle mirar hacia un sitio en donde anteriormente solo había oscuridad y, mediante la pregunta, ahora hay luz.
- Hacer que el cliente haga una reflexión profunda antes de contestar: que sus ojos tengan que girar hacia un lado y mirar hacia el horizonte antes de dar una respuesta. Una pregunta a la que se puede responder mecánicamente, por lo tanto, no es una pregunta poderosa.
- Incidir en una línea de pensamiento que tenga relación directa con el objetivo del coaching. Una pregunta poderosa logra que el cliente tenga una sensación del tipo “¡Eureka!” al responderla y, en el proceso, llevarlo un paso más cerca del objetivo al hacerse consciente de una realidad nueva.
- Ser liberadora de mente. Los peores enemigos de las personas de cara a la consecución de los objetivos son las personas mismas mediante sus autosabotajes mentales. El poder de las creencias es el mismo de una profecía autocumplida y, podríamos decir, el poder de la fe. Las creencias pueden no ser ciertas, pero sus efectos sí que lo son sobre el creyente. Una pregunta poderosa libera mentes de esas ataduras.
Algunas preguntas poderosas que usan los coaches frecuentemente y que cualquier persona se puede hacer a sí misma cuando busca liberar su mente, son:
1. ¿Qué se puede aprender de todo esto?
2. Esto sólo podría ser perfecto en caso de que tú…
3. Si la única opción fuera reírse ¿cómo podrías sacarle la gracia?
4. ¿Hay algo para agradecer en todo esto?
5. ¿Hay formas de hacerlo diferente?
6. ¿Qué es lo que tiene más valor de tu óptica actual?
7. ¿Qué destrezas te ha generado está situación?
8. ¿Después de esto, te sientes más / menos (tolerante, impaciente, enjuiciador, etc) que antes?
9. ¿Qué cosas tendrías que repetir para asegurarte de que en un futuro vas a volver a estar exactamente en la misma situación?
10. ¿Qué se te cruza por la cabeza cuando piensas en eso?
11. De seguir cómo vas ¿cómo crees que vas a estar en 10 años?
12. ¿Hay alguna conexión entre lo que estamos hablando y tus valores o principios?
13. ¿Qué te impide hacerlo… qué te estás diciendo?
14. ¿Te estás escuchando? ¿Oíste lo que dijiste?
15. ¿Qué resultado esperas obtener con lo que estás haciendo?
16. ¿Cuáles son las ventajas de hacer / no hacer eso?
17. ¿De qué forma contribuye esto a tu vida? ¿Qué te aporta? ¿Qué sacas?
18. ¿Cómo estás alimentando ese hábito?
19. ¿Ya te había pasado algo semejante?
20. ¿Soltar eso significaría dejar atrás qué cosa?
21. ¿Quién es el que tiene el timón ahora?
22. ¿Desde hace cuánto vienes pensando en eso?
23. ¿Cómo te sentirías si ya lo hubieras hecho?
24. ¿Qué pasaría si lo hicieras?
25. ¿Qué pasa si no lo haces?
26. ¿Qué te hace falta para estar listo?
27. ¿Qué podrías hacer que no estés haciendo?
28. ¿Qué tienes que dejar de hacer?
29. ¿Qué sería lo único que podrías hacer en este momento?
30. ¿Qué se te ocurre que habría que hacer para prepararte?
31. ¿Qué habría que hacer para que sucediera lo que te gustaría que pasara?
32. ¿Qué te acercaría a la meta?
33. Seamos fatalistas, ¿qué es lo peor que podría pasar?
34. ¿Qué sería lo mejor de lograrlo?
35. ¿Qué podría hacer que te llamara la atención en lugar de huirle?
viernes, 6 de enero de 2012
Derribando creencias limitantes mediante el Coaching
Una de las maneras más fáciles de saber cuando se están manifestando creencias en un grupo de personas es poniendo atención al nivel y a la intensidad de la participación de la gente. Cuantas más personas intentan participar y cuanto más volumen emplean en sus participaciones, más probable es que estén intentando expresar sus creencias. Los anglosajones tienen un dicho para resumir esta realidad: las opiniones son como las narices (por no decir otra parte del cuerpo), todo el mundo tiene la suya.
Pero empecemos por el principio: ¿qué es una creencia? ¿es un hecho? ¿es una mentira? ¿algo intermedio? Si partimos de que varias personas tenemos una creencia propia sobre un mismo fenómeno (la crisis económica, por ejemplo) entonces, por definición, no puede tratarse de un hecho, ya que éste es incuestionable desde cualquier punto de vista. Por otro lado, que los puntos de vista sean distintos e incluso encontrados unos con otros, no necesariamente implica que estén todos equivocados, por lo que una creencia no sería sinónimo de una mentira. Lo cierto es que todas las personas, sin excepción, tenemos creencias sobre todo tipo de temas. Es una manera que tenemos de explicarnos lo que vemos, oimos y sentimos. Algunas creencias se basan más en el método científico, por ejemplo, y otras se basan más en lo que conocemos como fe.
Las creencias por sí mismas no tienen una atribución moral (buenas o malas), pero una persona que echa mano de ellas, puede o no puede lograr sus objetivos. Una creencia que dificulta o impide alcanzar un objetivo resultaría entonces una creencia limitante, mientras que una creencia que ayuda a alcanzarlo sería una creencia potenciadora para ese objetivo en particular. Pongamos un ejemplo: si yo deseo convertirme en un Coach de gran renombre pero creo que no soy bueno para escribir, me resultará complicado utilizar Internet, un blog por ejemplo, como herramienta para alcanzar mi objetivo, de manera que sería una creencia limitante. ¿Qué podría hacer entonces? En Coaching el enfoque para derribar las creencias es, como casi siempre, mediante preguntas. Una persona que es consciente de que tiene una creencia limitante se puede hacer el siguiente cuestionario a sí mismo:
- ¿Qué intento proteger con mi creencia? En el ejemplo sería quizá mi reputación como Coach: si escribo algo que no gusta, podría ver afectado mi renombre de manera negativa.
- ¿Qué valores están relacionados con eso que deseo proteger? Precisamente intentaría proteger mi reputación, que es un valor en sí misma.
- ¿Qué conductas estoy teniendo o impidiendo al tener esa creencia? La conducta que se impide mediante mi creencia es, directamente, escribir en Internet: no escribiría este blog concretamente.
- ¿Qué preguntas me puedo hacer a mi mismo para desafiar mi creencia? Por ejemplo ¿cuántas personas me han dicho que no les gusta mi forma de escribir? ¿he escrito alguna vez en Internet? ¿en qué me baso para decir que no soy bueno para escribir? ¿qué es, concretamente, lo que podría mejorar en mi escritura para empezar a ser "bueno"? ¿mis escritos han persuadido a alguien alguna vez? ¿cuesta trabajo entender mis escritos? Y así una infinidad de preguntas que me ayudarán a contrastar mis creencias con la realidad.
- ¿A qué conclusión llego después de contestar a mis preguntas? ¿Cuál es mi nueva creencia? Si me he contestado a mi mismo que ninguna persona me ha dicho que no le gusta mi forma de escribir, que sí que he escrito alguna vez en Internet y que mis entradas le han gustado a tres o cuatro personas que me han hecho saber que les ha parecido interesante y útil, aunque quizá les gustaría ver más ejemplos de mis planteamientos, entonces me puedo construir una nueva creencia, por ejemplo: tengo una forma de escribir que resulta interesante, si bien resulta un tanto abstracta en ocasiones. Esta nueva creencia me permitirá ponerme a trabajar de camino a mi objetivo, en una tarea concreta: ser más concreto mediante ejemplos.
Las creencias potenciadoras conservan al menos una característica de las antiguas creencias limitantes, ya que es la razón misma de la existencia de la creencia: busca proteger un valor. En este caso, mi nueva creencia "tengo una forma de escribir que resulta interesante, si bien resulta un tanto abstracta en ocasiones" sigue buscando proteger mi reputación, aunque me permite, simultánteamente, cumplir con mi objetivo que es forjarme un prestigio mediante un blog.
Pero empecemos por el principio: ¿qué es una creencia? ¿es un hecho? ¿es una mentira? ¿algo intermedio? Si partimos de que varias personas tenemos una creencia propia sobre un mismo fenómeno (la crisis económica, por ejemplo) entonces, por definición, no puede tratarse de un hecho, ya que éste es incuestionable desde cualquier punto de vista. Por otro lado, que los puntos de vista sean distintos e incluso encontrados unos con otros, no necesariamente implica que estén todos equivocados, por lo que una creencia no sería sinónimo de una mentira. Lo cierto es que todas las personas, sin excepción, tenemos creencias sobre todo tipo de temas. Es una manera que tenemos de explicarnos lo que vemos, oimos y sentimos. Algunas creencias se basan más en el método científico, por ejemplo, y otras se basan más en lo que conocemos como fe.
Las creencias por sí mismas no tienen una atribución moral (buenas o malas), pero una persona que echa mano de ellas, puede o no puede lograr sus objetivos. Una creencia que dificulta o impide alcanzar un objetivo resultaría entonces una creencia limitante, mientras que una creencia que ayuda a alcanzarlo sería una creencia potenciadora para ese objetivo en particular. Pongamos un ejemplo: si yo deseo convertirme en un Coach de gran renombre pero creo que no soy bueno para escribir, me resultará complicado utilizar Internet, un blog por ejemplo, como herramienta para alcanzar mi objetivo, de manera que sería una creencia limitante. ¿Qué podría hacer entonces? En Coaching el enfoque para derribar las creencias es, como casi siempre, mediante preguntas. Una persona que es consciente de que tiene una creencia limitante se puede hacer el siguiente cuestionario a sí mismo:
- ¿Qué intento proteger con mi creencia? En el ejemplo sería quizá mi reputación como Coach: si escribo algo que no gusta, podría ver afectado mi renombre de manera negativa.
- ¿Qué valores están relacionados con eso que deseo proteger? Precisamente intentaría proteger mi reputación, que es un valor en sí misma.
- ¿Qué conductas estoy teniendo o impidiendo al tener esa creencia? La conducta que se impide mediante mi creencia es, directamente, escribir en Internet: no escribiría este blog concretamente.
- ¿Qué preguntas me puedo hacer a mi mismo para desafiar mi creencia? Por ejemplo ¿cuántas personas me han dicho que no les gusta mi forma de escribir? ¿he escrito alguna vez en Internet? ¿en qué me baso para decir que no soy bueno para escribir? ¿qué es, concretamente, lo que podría mejorar en mi escritura para empezar a ser "bueno"? ¿mis escritos han persuadido a alguien alguna vez? ¿cuesta trabajo entender mis escritos? Y así una infinidad de preguntas que me ayudarán a contrastar mis creencias con la realidad.
- ¿A qué conclusión llego después de contestar a mis preguntas? ¿Cuál es mi nueva creencia? Si me he contestado a mi mismo que ninguna persona me ha dicho que no le gusta mi forma de escribir, que sí que he escrito alguna vez en Internet y que mis entradas le han gustado a tres o cuatro personas que me han hecho saber que les ha parecido interesante y útil, aunque quizá les gustaría ver más ejemplos de mis planteamientos, entonces me puedo construir una nueva creencia, por ejemplo: tengo una forma de escribir que resulta interesante, si bien resulta un tanto abstracta en ocasiones. Esta nueva creencia me permitirá ponerme a trabajar de camino a mi objetivo, en una tarea concreta: ser más concreto mediante ejemplos.
Las creencias potenciadoras conservan al menos una característica de las antiguas creencias limitantes, ya que es la razón misma de la existencia de la creencia: busca proteger un valor. En este caso, mi nueva creencia "tengo una forma de escribir que resulta interesante, si bien resulta un tanto abstracta en ocasiones" sigue buscando proteger mi reputación, aunque me permite, simultánteamente, cumplir con mi objetivo que es forjarme un prestigio mediante un blog.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Herramienta de Coaching para la proactividad: "El ojo"
Una de las características de las personas a las que se les considera "inteligentes emocionalmente" es su capacidad para gestionar sus emociones, o lo que es lo mismo, no ser esclavos de sus impulsos. Esta característica permite que las personas tomen las riendas de sus conductas. Complementariamente la teoría de la proactividad y la reactividad plantea que tenemos dos opciones: reaccionar ante los estímulos internos / externos o escoger la respuesta que damos a dichos estímulos.
Pongamos un ejemplo: nos levantamos por la mañana y, al ver el reloj nos damos cuenta de que ya se ha hecho tarde, nos levantamos de un brinco y con sensación de mal cuerpo. A continuación nos metemos a la ducha y con horror descubrimos que el agua está fría, lanzando una maldición al gas butano y acabando enseguida. Durante el desayuno escuchamos en la radio que el tráfico está terrible y nos subimos al coche sabiendo lo que nos espera, culpando a sindicatos y gobierno por la marcha que provoca el atasco. El tráfico se confirma. Llegamos al trabajo y nos encontramos, antes que a nadie, al compañero con el que nunca nos hemos podido llevar bien, quien nos informa, con su habitual mueca, que hay un cliente cabreado esperando que le devolvamos una llamada. En ese momento hacemos una pausa y pensamos: "vaya día que llevo". Ese pensamiento nos condiciona el resto del día y, probablemente por la noche concluyamos que ha sido uno de los peores días de nuestra vida.
Nos hemos ido a un caso extremo que difícilmente es representativo de nuestras vidas. Y sin embargo en cada uno de los momentos "desagradables" de ese día, hemos contado con dos opciones: reaccionar o elegir nuestra respuesta ante la situación. La historia original es una historia de reacción. Veamos cómo sería una historia alternativa:
Nos levantamos por la mañana y, al ver el reloj nos damos cuenta de que se ha hecho tarde. Comprobamos que el despertador no había sido activado y lo activamos para el día siguiente. A continuación nos metemos a la ducha y con horror descubrimos que el agua está fría. Mientras acabamos lo antes posible pensamos que en lo sucesivo anotaremos en el calendario la fecha de cambio de bombona de butano para poder prever cuándo habría que revisar el gas que queda. Durante el desayuno escuchamos en la radio que el tráfico está terrible. Nos subimos al coche con un disco de nuestra música favorita para el camino que será más largo de lo normal. Al llegar al trabajo nos encontramos antes que a nadie al compañero con el que nunca nos hemos podido llevar bien y, después de que nos informa con su habitual mueca que hay un cliente cabreado esperando que le devolvamos la llamada, le preguntamos al compañero cómo suele gestionar él al cliente cabreado para ver si tiene alguna sugerencia al respecto. En ese momento hacemos una pausa y pensamos: "está siendo un día duro pero estoy asegurándome de que mañana no será igual".
Los días han ido exactamente iguales pero nuestra actitud ha cambiado significativamente. Hemos gestionado nuestras reacciones y hemos actuado para modificar nuestro entorno. ¿Las claves de esa diferencia? Nuestra autoconciencia, imaginación, voluntad y valores. La primera de nuestras claves consiste en hacernos concientes de nosotros mismos y nuestras situaciones mediante un ejercicio a la vez simple y poderoso: el ojo.
¿Qué es el ojo? Imaginemos que en este mismo instante hay una cámara de vigilancia en la esquina de la habitación en la que estamos y hagámonos las siguientes reflexiones:
- Describamos exactamente lo que registra la cámara: ¿estamos en posición vertical o quizá un poco tumbados? ¿qué hacemos con las manos? ¿cruzamos alguna parte del cuerpo? ¿tenemos algún tic?
- La cámara no puede registrar nuestras sensaciones, pero sí los efectos físicos visibles: ¿sudamos? ¿nos ruborizamos? ¿temblamos?
- La cámara no hace juicios de ningún tipo, sólo graba.
- Del entorno de la habitación sí queda constancia en la cámara: ¿si alguien entra? ¿alguien habla con nosotros? ¿hay ruidos en el ambiente?
Si hemos reflexionado en todo eso, hemos tomado autoconciencia de nosotros mismos en un instante dado. En la medida en la que esa cámara de vigilancia la tengamos trabajando constantemente, nos podremos dar cuenta de nuestras reacciones al entorno: sensaciones, conductas y comportamientos. Quizá incluso nos dé por modificar nuestras sensaciones, conductas y comportamientos de acuerdo a lo que convenga a nuestros objetivos.
Pongamos un ejemplo: nos levantamos por la mañana y, al ver el reloj nos damos cuenta de que ya se ha hecho tarde, nos levantamos de un brinco y con sensación de mal cuerpo. A continuación nos metemos a la ducha y con horror descubrimos que el agua está fría, lanzando una maldición al gas butano y acabando enseguida. Durante el desayuno escuchamos en la radio que el tráfico está terrible y nos subimos al coche sabiendo lo que nos espera, culpando a sindicatos y gobierno por la marcha que provoca el atasco. El tráfico se confirma. Llegamos al trabajo y nos encontramos, antes que a nadie, al compañero con el que nunca nos hemos podido llevar bien, quien nos informa, con su habitual mueca, que hay un cliente cabreado esperando que le devolvamos una llamada. En ese momento hacemos una pausa y pensamos: "vaya día que llevo". Ese pensamiento nos condiciona el resto del día y, probablemente por la noche concluyamos que ha sido uno de los peores días de nuestra vida.
Nos hemos ido a un caso extremo que difícilmente es representativo de nuestras vidas. Y sin embargo en cada uno de los momentos "desagradables" de ese día, hemos contado con dos opciones: reaccionar o elegir nuestra respuesta ante la situación. La historia original es una historia de reacción. Veamos cómo sería una historia alternativa:
Nos levantamos por la mañana y, al ver el reloj nos damos cuenta de que se ha hecho tarde. Comprobamos que el despertador no había sido activado y lo activamos para el día siguiente. A continuación nos metemos a la ducha y con horror descubrimos que el agua está fría. Mientras acabamos lo antes posible pensamos que en lo sucesivo anotaremos en el calendario la fecha de cambio de bombona de butano para poder prever cuándo habría que revisar el gas que queda. Durante el desayuno escuchamos en la radio que el tráfico está terrible. Nos subimos al coche con un disco de nuestra música favorita para el camino que será más largo de lo normal. Al llegar al trabajo nos encontramos antes que a nadie al compañero con el que nunca nos hemos podido llevar bien y, después de que nos informa con su habitual mueca que hay un cliente cabreado esperando que le devolvamos la llamada, le preguntamos al compañero cómo suele gestionar él al cliente cabreado para ver si tiene alguna sugerencia al respecto. En ese momento hacemos una pausa y pensamos: "está siendo un día duro pero estoy asegurándome de que mañana no será igual".
Los días han ido exactamente iguales pero nuestra actitud ha cambiado significativamente. Hemos gestionado nuestras reacciones y hemos actuado para modificar nuestro entorno. ¿Las claves de esa diferencia? Nuestra autoconciencia, imaginación, voluntad y valores. La primera de nuestras claves consiste en hacernos concientes de nosotros mismos y nuestras situaciones mediante un ejercicio a la vez simple y poderoso: el ojo.
¿Qué es el ojo? Imaginemos que en este mismo instante hay una cámara de vigilancia en la esquina de la habitación en la que estamos y hagámonos las siguientes reflexiones:
- Describamos exactamente lo que registra la cámara: ¿estamos en posición vertical o quizá un poco tumbados? ¿qué hacemos con las manos? ¿cruzamos alguna parte del cuerpo? ¿tenemos algún tic?
- La cámara no puede registrar nuestras sensaciones, pero sí los efectos físicos visibles: ¿sudamos? ¿nos ruborizamos? ¿temblamos?
- La cámara no hace juicios de ningún tipo, sólo graba.
- Del entorno de la habitación sí queda constancia en la cámara: ¿si alguien entra? ¿alguien habla con nosotros? ¿hay ruidos en el ambiente?
Si hemos reflexionado en todo eso, hemos tomado autoconciencia de nosotros mismos en un instante dado. En la medida en la que esa cámara de vigilancia la tengamos trabajando constantemente, nos podremos dar cuenta de nuestras reacciones al entorno: sensaciones, conductas y comportamientos. Quizá incluso nos dé por modificar nuestras sensaciones, conductas y comportamientos de acuerdo a lo que convenga a nuestros objetivos.
lunes, 28 de noviembre de 2011
Ejercicio de Coaching: La espina clavada
Casi todos tenemos una "asignatura pendiente": esa espina clavada que nos hace daño de cuando en cuando. Algunas veces duele porque somos indulgentes con nosotros mismos en nuestra debilidad - y nos damos cuenta. Algunas otras porque una persona nos la hace notar. Otras tantas porque durante los propósitos de año nuevo la mencionamos acompañada de palabras como "a ver si ahora sí logramos". Para los más analíticos, duele cuando hacemos un autodiagnóstico y llegamos a la sección de "puntos débiles". Lo que proponemos a continuación, es un ejercicio que tiene los siguientes objetivos:
1. Adquirir (o readquirir) conciencia de esa asignatura pendiente.
2. Hacernos conscientes de nuestras creencias al respecto.
3. Autoconcienciarnos sobre posibles caminos para afrontarla inmediatamente.
4. Tomar las decisiones correspondientes.
El ejercicio es muy simple. Escribiremos una carta dirigida a la persona en la que más confiamos en el mundo: nuestra pareja, nuestro madre o padre, nuestro/a mejor amigo/a... En la carta, incluiremos las siguientes frases:
- Tú, que me conoces bien, sabes que siempre he querido...
- pero siempre he encontrado obstáculos tales como...
- hasta ahora no he sido capaz de vencer los obstáculos porque...
- siempre que tengo intención de afrontar el reto, me invade la sensación de...
- si pudiera consultar a la persona más sabia que conozco, probablemente me diría...
- para poder emprender esos pasos que me recomienda mi sabio, necesitaría apoyarme en...
- por lo que definitivamente voy a...
Por último, pongámosle fecha a la carta y firmémosla.
¿Qué pensará nuestro destinatario?
1. Adquirir (o readquirir) conciencia de esa asignatura pendiente.
2. Hacernos conscientes de nuestras creencias al respecto.
3. Autoconcienciarnos sobre posibles caminos para afrontarla inmediatamente.
4. Tomar las decisiones correspondientes.
El ejercicio es muy simple. Escribiremos una carta dirigida a la persona en la que más confiamos en el mundo: nuestra pareja, nuestro madre o padre, nuestro/a mejor amigo/a... En la carta, incluiremos las siguientes frases:
- Tú, que me conoces bien, sabes que siempre he querido...
- pero siempre he encontrado obstáculos tales como...
- hasta ahora no he sido capaz de vencer los obstáculos porque...
- siempre que tengo intención de afrontar el reto, me invade la sensación de...
- si pudiera consultar a la persona más sabia que conozco, probablemente me diría...
- para poder emprender esos pasos que me recomienda mi sabio, necesitaría apoyarme en...
- por lo que definitivamente voy a...
Por último, pongámosle fecha a la carta y firmémosla.
¿Qué pensará nuestro destinatario?
jueves, 24 de noviembre de 2011
El Coaching: una herramienta para "vivir despiertos"
Hay muchas películas que plantean el tema: vivimos en un mundo en el que los días pasan rápidamente, son muy parecidos unos y otros (Atrapado en el tiempo / El día de la marmota) y se cuentan por semanas y a veces por estaciones. Vivimos en un mundo de plástico y pensamos que debe haber algo más (Matrix). Trabajamos todo el día, llegamos a casa y ponemos la televisión donde vemos cosas que queremos comprar y para eso pensamos en tener más dinero...trabajando más. Vivimos desdeñando el presente y poniendo nuestros ojos en el futuro...un futuro que nunca llega (Click). Los lunes y martes queremos que pasen rápido, el miércoles ya es media semana, el jueves es casi fin de semana y el viernes es el principio del fin de semana. El domingo nos deprimimos porque al día siguiente hay que empezar de nuevo. Queremos que lleguen las vacaciones y cuando estamos en ellas pensamos en el trabajo que encontraremos al volver a la oficina. ¿En qué momento vivimos el presente? ¿Los sábados quizá? Pero los sábados gastamos dinero y nos metemos más profundo en la vida que detestamos. Al mismo tiempo sentimos una crisis de propósito y nos preguntamos: ¿dónde vamos a estar en 5 o 10 años? ¿quiero tener hijos para que vivan en este mundo? ¿si no tengo hijos voy a estar haciendo esto mismo por 30 años más? quisiera cambiarme de trabajo pero ¿a dónde me iría? ¿quisiera irme a vivir al campo o a la playa pero entonces cómo tendría dinero para vivir? me siento explotado pero ¿qué otra opción hay? quisiera jubilarme pero ¿qué haré cuando no trabaje? ¿sobrevivirá mi matrimonio cuando estemos juntos todo el día mi pareja y yo? Vivimos asustados y frustrados. Se da entonces el fenómeno de la "aceleración del tiempo": el tiempo pasa rápido cuando perdemos la conciencia. Cuando dormimos, nos parece que la noche no dura. La vida va más rápido ahora que antes, nos decimos. ¿No será que vivimos en un permanente estado de sonambulismo? ¿por qué a los niños la vida les parece larguísima? ¿por qué para ellos dos meses parecen un año y un año parecen cinco? Quizá la respuesta esté en que ellos realmente viven el momento. Si se encuentran en una situación aparentemente aburrida, ellos juegan y aprenden. Si están en una situación divertida, la viven al máximo y aprenden también. En ningún caso ponen el "piloto automático".
De manera semejante, nosotros recordamos cuando esperamos mucho en una fila y creemos que siempre estamos en la fila más larga porque recordamos esos momentos en los que nos hacemos conscientes (aunque no los disfrutemos). Pero cuando la fila es corta no tomamos conciencia y el momento pasa inadvertido: pasamos en piloto automático. En contrapartida, cuando vamos disfrutando de un paisaje el camino parece más largo: estamos conscientemente viviéndolo, mientras que cuando conducimos de casa al trabajo lo hacemos como autómatas. El factor común de ambas situaciones en que el tiempo se alarga: la conciencia de lo que hacemos.
Cualquiera que ha visto las películas a las que hacemos mención al principio, habrá notado que vivir en un mundo virtual, poner el piloto automático o vivir el mismo día interminablemente es frustrante y simplemente una falacia de vida. El Coaching nos ayuda a encontrar la salida de ese círculo vicioso. Nos ayuda a encontrar nuestro camino único en el mundo y a recuperar la ganas de encararlo. Un buen Coach nos cambiará la perspectiva, nos ayudará a adquirir conciencia de nuestras maneras de evadir la realidad, nos alumbrará ese propósito que alguna vez tuvimos pero que olvidamos, ya sea porque nos dejamos llevar a otro lado o porque nos autoengañamos y lo enterramos.
Pensemos en un ejemplo muy simple y con un propósito a muy corto plazo: queremos bajar a la piscina pero pensamos que deberíamos hacer deberes de mayores. Una parte de nosotros desea una cosa y la otra mitad desea la otra. Nuestras subpersonalidades tienen una discusión y, cualquiera que sea la decisión que tomamos, la llevamos a cabo con cargo de conciencia. Mientras la hacemos, pensamos que deberíamos haber hecho lo contrario. Siendo los directores de nuestra propia orquesta, dejamos que nuestros músicos toquen cada uno a su ritmo en lugar de crear armonía y dirigir una sinfonía. Un Coach nos ayudaría en este caso a hacernos conscientes de esas subpersonalidades, a ponerlas a negociar y alcanzar una decisión satisfactoria para auténticamente disfrutar de ese momento (en la piscina o en casa haciendo deberes). En suma, a estar despiertos mientras hacemos las cosas, vivir lo que realmente queremos y estar presentes en el presente. Si podemos lograr esto para una decisión tan trivial, ¿lo podremos hacer para encontrar nuestro propósito a medio o a largo plazo?
De manera semejante, nosotros recordamos cuando esperamos mucho en una fila y creemos que siempre estamos en la fila más larga porque recordamos esos momentos en los que nos hacemos conscientes (aunque no los disfrutemos). Pero cuando la fila es corta no tomamos conciencia y el momento pasa inadvertido: pasamos en piloto automático. En contrapartida, cuando vamos disfrutando de un paisaje el camino parece más largo: estamos conscientemente viviéndolo, mientras que cuando conducimos de casa al trabajo lo hacemos como autómatas. El factor común de ambas situaciones en que el tiempo se alarga: la conciencia de lo que hacemos.
Cualquiera que ha visto las películas a las que hacemos mención al principio, habrá notado que vivir en un mundo virtual, poner el piloto automático o vivir el mismo día interminablemente es frustrante y simplemente una falacia de vida. El Coaching nos ayuda a encontrar la salida de ese círculo vicioso. Nos ayuda a encontrar nuestro camino único en el mundo y a recuperar la ganas de encararlo. Un buen Coach nos cambiará la perspectiva, nos ayudará a adquirir conciencia de nuestras maneras de evadir la realidad, nos alumbrará ese propósito que alguna vez tuvimos pero que olvidamos, ya sea porque nos dejamos llevar a otro lado o porque nos autoengañamos y lo enterramos.
Pensemos en un ejemplo muy simple y con un propósito a muy corto plazo: queremos bajar a la piscina pero pensamos que deberíamos hacer deberes de mayores. Una parte de nosotros desea una cosa y la otra mitad desea la otra. Nuestras subpersonalidades tienen una discusión y, cualquiera que sea la decisión que tomamos, la llevamos a cabo con cargo de conciencia. Mientras la hacemos, pensamos que deberíamos haber hecho lo contrario. Siendo los directores de nuestra propia orquesta, dejamos que nuestros músicos toquen cada uno a su ritmo en lugar de crear armonía y dirigir una sinfonía. Un Coach nos ayudaría en este caso a hacernos conscientes de esas subpersonalidades, a ponerlas a negociar y alcanzar una decisión satisfactoria para auténticamente disfrutar de ese momento (en la piscina o en casa haciendo deberes). En suma, a estar despiertos mientras hacemos las cosas, vivir lo que realmente queremos y estar presentes en el presente. Si podemos lograr esto para una decisión tan trivial, ¿lo podremos hacer para encontrar nuestro propósito a medio o a largo plazo?
lunes, 21 de noviembre de 2011
Los alcances del Coaching
El Coaching se pone de moda como muchas otras técnicas de las llamadas "de gestión" y "empresariales". Modas van y modas vienen pero ¿cuáles son las que perduran? Si echamos un rápido vistazo retrospectivo, nos damos cuenta de que técnicas relativamente recientes como el Mentoring, la Gestión por Competencias, las múltiples Terapias alternativas, el Cuadro de Mando Integral, la Reingeniería y la Gestión por Objetivos, entre otras, han tenido un impacto limitado y localizado. Algunas de las mencionadas técnicas se sustentan en una base sólida, pero apelan al éxito desde una metodología rígida y complicada que en muchas ocasiones nada tiene que ver con las personas que las emplean.
¿En qué se diferencia el Coaching y por qué puede trascender a todas ellas? El Coaching es una filosofía de desarrollo personal que se centra en el individuo, cliente del Coach. Algunos de los supuestos del Coaching son:
- El cliente cuenta con todas las herramientas internas para alcanzar sus objetivos, si bien se encuentra limitado por sus creencias y experiencias previas.
- El cliente desea ser responsable de su vida y de su trabajo, aunque probablemente no lo es todavía.
- El cliente desea y necesita incrementar su autoconciencia con el objetivo de liberarse de ataduras, tanto externas como autoimpuestas.
El trabajo del Coach entonces consiste en alumbrar el camino de los clientes / coachees o discípulos de manera que éstos adquieran una perspectiva distinta de su situación y, mediante el nuevo punto de vista sean capaces de emprender en una dirección nunca antes tomada o quizá olvidada hace mucho.
El Coaching, por tanto, faculta o habilita a las personas a emprender un camino hacia sus objetivos con una renovada visión de lo que es posible, cómo es posible y, lo más importante, desde un compromiso total puesto que son ellos mismos los que se plantean el objetivo, hacen un chequeo de su situación actual, plantean y valoran opciones para alcanzarlo y finalmente se ponen manos a la obra.
Si pudiéramos definir matemáticamente al Coaching, diríamos que la fórmula que lo describe es:
Autoconciencia + Responsabilidad + Perspectiva renovada = Camino para alcanzar el objetivo
¿Qué hay de nuevo en esto? Nada. Es algo que se ha hecho desde siempre. Entonces ¿por qué contratar a un Coach para que nos ayude? Porque el Coach es una persona que también ha tenido que pasar un largo proceso de autoconciencia, responsabilidad y perspectiva renovada que le permite actuar de "espejo a la medida" para mostrar al cliente lo que necesita ver de sí mismo de una manera efectiva de cara a sus resultados.
Para ilustrar nuestra exposición pensemos en un alumno de inglés que tiene la creencia de que no vale para dicho idioma. El Coach retomará su objetivo de aprender el idioma, lo ayudará a ponerlo en un contexto (por ejemplo dominar el idioma para conseguir un trabajo en un país de lengua inglesa), hará de reflejo de la realidad actual del cliente para que éste llegue a la conclusión sobre si su objetivo es asequible o no, hará preguntas "poderosas" que cambiarán la perspectiva tradicional del cliente y le llevarán a ser más consciente de su potencial (por ejemplo en su dominio de otros idiomas), encontrando así opciones nunca antes consideradas basadas en sus propias fortalezas y oportunidades y finalmente lo conducirá a un autocompromiso para dar los pasos necesarios (un plan de acción diseñado por él/ella mismo/a).
¿En qué se diferencia el Coaching y por qué puede trascender a todas ellas? El Coaching es una filosofía de desarrollo personal que se centra en el individuo, cliente del Coach. Algunos de los supuestos del Coaching son:
- El cliente cuenta con todas las herramientas internas para alcanzar sus objetivos, si bien se encuentra limitado por sus creencias y experiencias previas.
- El cliente desea ser responsable de su vida y de su trabajo, aunque probablemente no lo es todavía.
- El cliente desea y necesita incrementar su autoconciencia con el objetivo de liberarse de ataduras, tanto externas como autoimpuestas.
El trabajo del Coach entonces consiste en alumbrar el camino de los clientes / coachees o discípulos de manera que éstos adquieran una perspectiva distinta de su situación y, mediante el nuevo punto de vista sean capaces de emprender en una dirección nunca antes tomada o quizá olvidada hace mucho.
El Coaching, por tanto, faculta o habilita a las personas a emprender un camino hacia sus objetivos con una renovada visión de lo que es posible, cómo es posible y, lo más importante, desde un compromiso total puesto que son ellos mismos los que se plantean el objetivo, hacen un chequeo de su situación actual, plantean y valoran opciones para alcanzarlo y finalmente se ponen manos a la obra.
Si pudiéramos definir matemáticamente al Coaching, diríamos que la fórmula que lo describe es:
Autoconciencia + Responsabilidad + Perspectiva renovada = Camino para alcanzar el objetivo
¿Qué hay de nuevo en esto? Nada. Es algo que se ha hecho desde siempre. Entonces ¿por qué contratar a un Coach para que nos ayude? Porque el Coach es una persona que también ha tenido que pasar un largo proceso de autoconciencia, responsabilidad y perspectiva renovada que le permite actuar de "espejo a la medida" para mostrar al cliente lo que necesita ver de sí mismo de una manera efectiva de cara a sus resultados.
Para ilustrar nuestra exposición pensemos en un alumno de inglés que tiene la creencia de que no vale para dicho idioma. El Coach retomará su objetivo de aprender el idioma, lo ayudará a ponerlo en un contexto (por ejemplo dominar el idioma para conseguir un trabajo en un país de lengua inglesa), hará de reflejo de la realidad actual del cliente para que éste llegue a la conclusión sobre si su objetivo es asequible o no, hará preguntas "poderosas" que cambiarán la perspectiva tradicional del cliente y le llevarán a ser más consciente de su potencial (por ejemplo en su dominio de otros idiomas), encontrando así opciones nunca antes consideradas basadas en sus propias fortalezas y oportunidades y finalmente lo conducirá a un autocompromiso para dar los pasos necesarios (un plan de acción diseñado por él/ella mismo/a).
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